Fahrenheit 451


Agarrar el monedero. Caminar hasta la verdulería. Elegir las frutas más jugosas, las que reconoce por olfato o por intuición como las más dulces. Ponerlas en una bolsa de plástico. Cerrarla. Mientras Don Carlos escribe en un pedazo de papel las cantidades y los precios, discutir brevemente sobre el tiempo y el barrio. Arañar el fondo del monedero buscando monedas de diez centavos. Pagar. Caminar las cuadras que la separan de su casa.

Esta rutina -- tan cortaziana en su espíritu mecánico -- es un acto cotidiano; algo que mi abuela y mi mamá hicieron toda su vida si querían comprar mandarinas o espárragos, camisas o botones, vinilos o libros. Ignoran en su condición de inmigrantes digitales de Coto online, de Amazon.com, de la linda tienda online de American Apparel. De a poco (de hecho, durante el transcurso de sus vidas) hubo cambios progresivos pero seguros; el pasaje de un mundo analógico y pesado a uno liviano y digital. Es que si la manera de producir cambió, es justo decir que la manera de consumir también. Esta obviedad, tan físicamente evidente cuando recibimos las bolsas del supermercado o ese celular de Mercadolibre, les complica la vida a varios editores de diarios y también a varios programadores de televisión.

Piano, piano si va lontano

Ayer Newsweek, en su edición gratuita que viene los domingos con el Herald, incluyó una nota de Daniel Lyons sobre The Huffington Post. Este diario online, explica, es el que más ha crecido en visitas únicas y uno de los primeros en demostrar ganancias en su modelo de negocios. El año pasado ganó 30 millones de dólares, una suma pequeña comparada con lo que siguen ganando los diarios papel pero ejemplificadora en su crecimiento. El Huffpo es exitoso allí donde las grandes marcas fallan, tal vez porque -- dicen los que saben -- las plataformas de noticias en internet no son un buen lugar para los anunciantes. ¿Cuándo fue la última vez que clickeaste en esos avisos horribles e intrusivos de los grandes diarios online?

A los editores, entonces, se les presenta una gran paradoja: el papel está muriendo, el crecimiento de las redes sociales y de los portales online como The Huffington Post están atrayendo a sus lectores con formatos más dinámicos que le hablan de igual a igual a los nativos digitales. Entonces si el barco de papel se está hundiendo, si no queda más remedio que saltar desesperados al formato digital, la necesidad de conseguir un modelo de negocios rentable se hace cada vez más evidente.

Es que si el papel arde -- en el proverbial fuego de Fahrenheit 451, o séa unos 233 grados celcius-- somos muchos los que arderemos con él. El Huffington Post sea, tal vez, el gran pionero a imitar; el agua que venga a apagar tanto fuego.

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