Para todos




Hace algunas semanas se recordó en noticieros generales y en programas deportivos el mítico segundo gol de Maradona a los ingleses. En la imagen que todo argentino –mujer u hombre, grande o chico- tiene tatuada en las retinas, Diego corre desde el área argentina y gambetea solo, con la fuerza de un talento insuperable, a todos los ingleses que intentan, sin éxito, quitarle la pelota. Son 20 segundos, no más, inmortalizados por el relato único de un Víctor Hugo Morales extasiado, fuera de sí por lo que está viendo. Víctor Hugo sabe, y lo sabían también los espectadores de ese partido de cuartos de final en el Mundial de México 86, que estaban viendo algo único e irrepetible: una jugada que era gol y a la vez poesía; partido de fútbol y a la vez revancha por unas Malvinas perdidas. Todos, sin excepción, se bañaron de la mítica maradoniana ese día; todos se sintieron participes de ese gol perfecto, reivindicados por una zurda que marcó un antes y un después en el fútbol argentino-- AM/DM: Antes de Maradona/Después de Maradona.

Es imposible, entonces, no pensar al fútbol más allá de sus elementos técnicos. No son once minogotes pasándose una pelota, un árbitro, dos líneas. No es solamente un técnico ronco gritando instrucciones desde los laterales. El fútbol es el entretenimiento masivo por excelencia en un país pobre y por eso no se puede menospreciar la influencia que tiene sobre las masas, sobre los que menos tienen, sobre los excluidos. Si todos nos sentimos parte del gol de Maradona a los ingleses, si todos nos encolumnamos detrás de la unidad nacional cuando llega la hora de un mundial, si el pasatiempo más popular es jugar a ser “el Gran DT”, entonces el acceso democrático a poder disfrutar del fútbol de primera división se vuelve una cuestión simbólica, política y estratégica. En términos comunicacionales: un canal perfecto para transmitir un mensaje.

El “Fútbol Para Todos” que el gobierno kirchnerista hizo posible a fines de 2009 permite el acceso gratuito a todos los partidos de la fecha de los dos torneos argentinos, Clausura y Apertura. Para eso el Estado gasta una suma que espanta a quienes se oponen a la iniciativa: 928 millones de pesos por año.  Ese dinero, que el Estado le paga a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para la exclusividad de transmisión, luego se redistribuye a los clubes que, hipotéticamente, beneficiarían a las actividades deportivas amateur que se desarrollan en sus predios. Pero el “Fútbol para todos” logra algo, a mi entender, mucho más importante: termina con el lucro de las transmisiones. Antes del “Fútbol para todos” el deporte más popular del país, la disciplina que hizo a hombres maduros llorar como bebés, sólo existía para unos pocos.

¿Cómo explicarle a los opositores a esta iniciativa sobre la angustia de no poder ver en vivo un gol, de tener que esperar horas para ver una síntesis que no lograba captar del todo la euforia del momento, la bronca del error? ¿Cómo hacerle comprender a aquellos que se quejan del despilfarro estatal la importancia simbólica de que un trabajador pueda ver a Boca desde su cama, en pantuflas, y no tener que codearse en el bar de la esquina con otros como él? Para la clase trabajadora el “Fútbol para todos” es el triunfo de lo mejor que el peronismo supo darles: la dignidad del acceso a algo reservado para pocos, al alimento espiritual de la nación.

En este sentido el fútbol no se diferencia de cualquier otra actividad cultural que el Estado solventa: el cine del INCAA,  las obras del Teatro San Martin, la danza del Colón, son también subsidiadas por su indiscutible importancia cultural y porque son, también, parte de nuestra herencia cultural. La lógica del que “el que quiere lo tiene que pagar” funciona para bienes materiales pero dificultosamente se pueda extender también a los bienes culturales. La diferencia es que difícilmente existan aficionados al BAFICI en la villa 1-11-14 pero seguro gustan del fútbol y hasta hace poco se les era negado por el lucro de un grupo empresarial que monopolizaba los derechos de transmisión. Ya no más. 

Sin duda, los usos que hace este gobierno de la publicidad oficial y la comunicación propagandística de los actos de gobierno en el canal estatal cobran una importancia fundamental en un año de elecciones. El gobierno cuenta con un arma letal: la posibilidad de mostrar los logros de su gestión lejos de las críticas del periodismo opositor. Y sin embargo, como pronostican con delicia algunos analistas, algún día el kirchnerismo se irá. Ese día prenderemos el televisor, sintonizaremos el partido que nos desvela y nos cambia el humor, y el derecho al acceso todavía seguirá allí. El gol del próximo Maradona nos pertenecerá a todos para siempre. 



Escribí esto para periodismo deportivo de la facultad. Claramente tuve que ir por el lado político-simbólico porque el fútbol no es mi especialidad.

3 comentarios:

Diego dijo...

El fútbol sigue siendo privado.
La diferencia es que ahora en vez de solventarse solo, lo pagamos todos (la AFA sigue cobrando).

Y como todo lugar en el que se mete el estado (como Aerolineas), lo convierte en una máquina de generar pérdidas de millones de pesos por día, que raro que no mencionaste eso. Millones de pesos por día no es un detalle menor.
Todo para que la gente pueda ver el partido en pantuflas y no en un bar como bien decís, vaya que lo vale.

Ese dinero que podría estar siendo invertido, hoy es gastado en derechos de televisación. Disfrazalo como quieras, pero derechos de televisación no son una inversión que beneficie al país.
Derechos de televisación no es una industria.
Derechos de televisación no generan puestos de trabajo.
Derechos de televisación no hacen al PBI. Derechos de televisación no disminuyen la pobreza en este país.
Ojalá comieramos del fútbol (como Grondona), pero no.

Y en eso se nos van millones de pesos por día.
Para que la gente pueda disfrutar del circo, sin preocuparse de otras cosas, ahora sin tener que caminar al bar más cercano.

Florence dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Florencia Pulla dijo...

No lo disfrazo para nada. Tenés razón y no lo niego: esa misma plata se puede usar para muchas otras cosas que son, en esencia, más vitales. Pero para mi el Estado no sólo se ocupa de cuestiones vitales. Porque siguiendo ese esquema habría que replantear la guita que se invierte en la industria cultural entera. Y sí, el fútbol pertenece a la industria cultural y SÍ el fútbol es un negocio. Es un negocio millonario.


Ahora, ¿se va a terminar la pobreza? ¿va a aumentar el PBI? Definitivamente no. ¿Puede llegar a promover actividades deportivas dentro de los clubs que hoy no tienen un mango? Sí. ¿Puede igualar al pobre que no puede ver el partido con el rico que sí puede? Sí. Y acá llegamos a un impasse: para mi el Estado hace bien en inviertir plata y promover el deporte, como también el cine e infinitas actividades subsidiadas que hacen a la vida común de las personas y que generan productos culturales nacionales. No me digas ahora que la danza del Colón aumenta puntos el PBI o crea una nueva industria o genera más puestos de trabajo que una productora o un canal de TV.

Reducir el argumento al tipo que puede ver tv desde casa no tiene sentido. Lo pongo lindo porque vende pero el hecho permanece: el fútbol es importante. Puede no serlo para mi, puede no serlo para vos, pero lo es para millones de personas. Y facilitar el acceso a esa información que vos das por sentada es un acto que banco a pleno.

El argumento del "pan y circo" es típico de las personas que denigran a la cultura popular; que piensan que achata y aplasta y que no la consideran una expresión legitima porque no es high brow. Bueno, disculpame, disentimos.

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